Yolanda Reyes : Leer desde bebés, un proyecto afectivo, poético y político

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Yolanda Reyes es colombiana, nació en Bucaramanga, en 1959. Licenciada en Ciencias de la Educación con especialización en Literatura, realizó estudios de postgrado en Lengua y Literatura Española.

Es fundadora y directora de Espantapájaros Taller, una librería que con el tiempo se volvió un proyecto cultural de formación de lectores dirigido a niños y mediadores adultos. Es autora de El terror de Sexto B, y María de los Dinosaurios. Su novela juvenil,Los años terribles, fue finalista en el Premio Norma-Fundalectura 1999. También es autora de Una cama para tres.
Hace unas semanas estuvo en la Argentina, para dar algunas conferencias en la Feria del Libro Infantil y Juvenil y para acompañar el lanzamiento de su libro Los agujeros negros, protagonizado por un niño cuyos papás son asesinados en Colombia por los paramilitares: un relato que busca palabras para nombrar ausencias y vacíos.

Compartimos con ustedes algunos de los temas abordados por esta especialista colombiana en su visita al país.
— En Espantapájaros usted lleva adelante muchos programas en los que se promueven espacios de lectura para los niños desde la cuna. ¿Cuál es la importancia de las palabras en el desarrollo de los más pequeños?
— En la primera infancia es cuando suceden las dos cosas más importantes en términos de lenguaje: aprendemos a hablar, y antes de hablar aprendemos a comunicarnos: se da todo el cableado y toda la estructura para tener una comunicación con otros seres humanos, y aprendemos a leer y escribir. Todo eso nos pasa más o menos antes de los seis años. Hasta hace poco la escuela tomaba el tema de la lectura recién a partir de los seis. Sin embargo, la historia del ser humano como sujeto del lenguaje se inicia antes del nacimiento.
La impronta de la primera infancia, en términos del lenguaje, es definitiva para armar quiénes somos y marca las relaciones con la cultura escrita y con el pensamiento. Yo creo que nosotros, los seres humanos, somos construcciones fundamentalmente de lenguaje, y eso es lo que nos diferencia de las otras especies. Nuestra relación con el lenguaje hace que nuestros embarazos sean embarazos que ya tienen preparativos simbólicos. Nada cambia más la estructura simbólica de un ser humano que tener un papelito que dice: "Positivo". Nos lo dicen con palabras: "Positivo". En largos meses de espera la madre inventa a su hijo. Casi todo pasa por las relaciones con las palabras, relaciones simbólicas: ¿Qué nombre le pondremos?; Le pondremos Estrellita, ¡No!, ese nombre no nos gusta; ¿Comprar el ajuar azul o rosado?; ¡Qué bonito!, será una nena; Yo no sé qué va a ser, lo sabré cuando nazca, será sorpresa. Todas esas conversaciones crean redes simbólicas alrededor de los padres que van a tener un hijo.
Una vez que nacen, los niños son impacientes y no nos dan segundas oportunidades. No hay espera. Lo que dejemos de hacer queda sin hacer; entonces, es un tema apremiante.
Yo creo que hay que descubrir por qué es tan importante acceder a las palabras y qué es lo que uno se juega ahí. Leer por leer no tiene mucho sentido.
Trabajando en lectura en primera infancia si algo he aprendido es que se ven muy rápido los resultados y son muy baratos; o sea, no hay que saber muchísimas cosas, se puede trabajar con madres analfabetas que simplemente son cuerpos que cantan y que cuentan historias, y tienen historias de más atrás, casi que empiezan a leer junto con los niños. Es un tema apasionante del que podría hablar toda la vida, un trabajo muy práctico y muy teórico a la vez, ha sido siempre como una conversación, y fue recogido en mi libro La casa imaginaria (Grupo Editorial Norma, colección Catalejo, 2008).
— ¿Cuál es el papel de los mediadores, aquellos que acercan la literatura a los bebés?
— Los libros para los más chiquitos necesitan alguien en el medio, no solo que estén el libro y el niño: para leerlos es necesario lo que yo llamo el triángulo amoroso. Por eso es tan importante el trabajo con adultos en la primera infancia. Un proyecto de literatura para la infancia es necesariamente un proyecto que involucra muchos actores: padres, niños, maestros, cuidadores, y muchas instancias culturales, como la librería, la biblioteca, que son muy importantes, y también muchas disciplinas, desde la economía, la política, hasta la psicología, la música, etc.
Lo bueno en la primera infancia es que se lee de todo, se leen libros, se leen cuerpos, se leen voces. Las madres siempre creen que no saben, que son desafinadas, tienen miedo a hacer el ridículo, creen que no valen nada, ¡una cantidad de taras horribles y extraordinarias! La tarea pasa por devolverles la autoestima. Cuando una madre empieza a ver que lo que hace con su chiquito tiene efectos insospechados por ella eso rEn el programa Madres comunitarias, en Colombia, muchas madres analfabetas funcionales, o bien con una historia con la lectura ligada a "la letra con sangre entra", o de deserción escolar, cuando miran libros álbum que tienen frases muy cortas, casi que su relación con la lectura cambia, se reconcilian con los libros, porque les resulta fácil leerlos. Ellas empiezan a pensar que la lectura es algo más que esa caricatura terrible de la escuela y el fracaso escolar. La lectura sirve para devolverles la autoestima.
— ¿Cómo leen los bebés? ¿Qué cosas aprenden los más chiquitos explorando libros y literatura?
— Lo primero que hay que hacer es despreocupar a los adultos de que los niños se van a comer los libros, y los van a romper. Sacar los libros de las vitrinas. Si uno solo trabaja dotando libros y no forma a la gente no hace nada. EnEspantapájaros tenemos una sección que se llama "los más mordidos". En una canasta de libros ponemos un letrero que dice: "Estos son los más mordidos del mes". En la librería los ofrecemos con descuento porque son libros que han sido tocados, mirados por los niños. Implícitamente, cuando la gente compra libros usados está apoyando que la librería sea distinta, que destape los libros, que los libros no estén con plásticos encima, y eso tiene un costo. Los más mordidos son libros que deberían ser valorizados, que han sido probados, que están avalados por una cantidad de lectores, tienen las marcas de que van a gustar, y por lo tanto tienen un valor agregado.
Los primeros libros que escribimos en los pliegues de la memoria de los bebés son libros sin páginas. Libros profundamente poéticos, rítmicos, onomatopéyicos. Lo que los americanos llaman el motherese o el parentese, es ese lenguaje especial dirigido a los bebés, que hace énfasis en los perfiles rítmicos de las palabras. Los bebés están oyendo, incluso desde antes de nacer.
Expulsado del cuerpo de su madre, el bebé necesita aferrarse a un orden distinto para estar con ella, y ese orden es el lenguaje. Esa voz el bebé aprende a reconocerla en las entrañas, y la mamá pronto empieza a leer los movimientos de su hijo, a leer su llanto, su mirada.
Hay canciones de cuna muy elementales, de madres que casi no saben decir mucho, y balancean un pie diciendo "Ea, ea, ea, ea": es eso, ese encantamiento de las palabras. En ninguna otra etapa de la vida estamos más cerca de la poesía que en ese momento, en el sentido más profundamente cognotativo; va más allá de lo que dicen las palabras, sino cómo suena su música. Y también es la época de los cuentos corporales, la madre escribe cuentos corporales para el bebé. Esos son los primeros materiales de lectura.
Cuando los bebés se sientan, a los ocho meses, más o menos, salen de esa contemplación exclusiva de la madre, la madre y el niño que han establecido una relación, ya pueden empezar a mirar cosas que no son mamá ni él mismo, que están por fuera de ellos.
Por ejemplo, la mamá y el bebé miran un móvil que da vueltas, miran un sonajero, los niños se sientan en las rodillas de sus padres y miran el mundo simbólico de los libros. No hay nada más hermoso que esos padres leyendo con sus hijos.esulta un elemento muy poderoso.
Ese papá que le cuenta esa historia a ese bebé le está mostrando que esas ilustraciones bidimensionales, ese conjunto de trazos no son como en la realidad, representan un "como si". Además le muestra que las ilustraciones están organizadas en el espacio de izquierda a derecha, cuentan una historia, lo que estaba aquí se va hilando con otra cosa que sigue por allá. Esas hilaciones que le lee el padre le dan a ese bebé el sentido de que ahí hay un mundo simbólico que guarda el tiempo de la oralidad en el espacio de los libros. Esto es algo que no lo descubre un chiquito solo.
Poco a poco los niños aprenden a hablar y a nombrar la ausencia, a reemplazar con palabras lo que no está. Cuando los niños aprenden a hablar, aprenden a pedir cosas que desean, y adquieren un poder inusitado al descubrir que con las palabras se pueden hacer cosas.

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