UN RECOGEDOR DE BASURA SE CONVIRTIÓ EN LECTOR DE LOS NIÑOS, CON LIBROS RECOGIDOS EN LAS CALLES

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Óscar Alarcón. EL ESPECTADOR, 28 de diciembre 2010


Semanalmente leo en  “EL PAÍS” de Madrid a Elvira Lindo, que   escribe como su apellido.  Recientemente se refirió a la Feria del Libro de Guadalajara, dijo que le correspondió compartir mesa redonda con personas que contaron sus experiencias sobre lectura, entre quienes estaba un colombiano, llamado José Alberto Gutiérrez, conductor de un camión de basura de Bogotá.


Narra que nuestro compatriota, con palabras sencillas, contó que un día, mientras hacía su recorrido habitual, vio que en el suelo alguien había dejado un ejemplar viejo de Tolstoi. Se lo llevó a su casa y su mujer, modista, se encargó de restaurarlo amorosamente como quien zurce una prenda delicada. Desde entonces tiene la práctica de recoger todos los libros que encuentra a su paso y sus compañeros barrenderos le han servido de cómplices, hasta el punto que con frecuencia le gritan: “¡José, libros!”, y se lo colocan en el asiento de al lado. De esta manera ha recogido gran cantidad de volúmenes, muchos de los cuales han pasado por las manos de su señora, para ser ordenados en la biblioteca en perfecto estado. El camionero —debe pertenecer a una suciedad anónima— comenzó a colocarlos en el primer piso de su casa y allí empezaron a acudir mujeres y niños del barrio pobre en donde vive. Y a estas alturas tiene montadas tres bibliotecas.

Me puse a averiguar por tan extraordinario compatriota, desconocido para mí y para muchos, y me han dicho que le han hecho reportajes en televisión, que yo no he visto. Se me parece al personaje de Una soledad demasiado ruidosa, el relato del checoslovaco Bohumil Hrabal, quien luego de 35 años se volvió culto porque durante ese tiempo se dedicó a prensar libros y papel viejo.

A pesar de que ha sido merecedor de reportajes en televisión que, repito, no he visto, las vacaciones de fin de año me impidieron iniciar su búsqueda porque mucho es lo que deseo hablar con él y visitar sus bibliotecas para ver si en ellas encuentro alguno de los libros que la muchacha de la casa echó a la caneca, según ella, por razones del servicio.


 La fuerza de las palabras
Por: Enrique Santos Molano
EL TIEMPO, 31 de diciembre de 2010

 Óscar Alarcón, en su siempre chispeante columna 'Macrolingotes', nos cuenta el caso nada común, o si se quiere descomunal, de un bibliotecario. De por sí la profesión de bibliotecario ya merece que se la mire con especial deferencia; pero José Alberto Gutiérrez no es bibliotecario de profesión. La suya, no menos honorable, ni menos necesaria que la de bibliotecario, es la de recolector de basura, como conductor de un vehículo destinado a esa tarea en los barrios 'elegantosos' del norte de la capital.
    ¿Por qué José Alberto Gutiérrez, además de recolector de basuras, ejerce la actividad de bibliotecario? Será porque, a diferencia de muchos bogotanos, no considera que los libros sean basura, sino alimento espiritual, y ha rescatado de entre las bolsas de polietileno que recoge a diario, en unión de sus compañeros, la apreciable cantidad de ocho mil volúmenes (en el curso de diez años) de literatura, historia, artes, ciencia y una que otra enciclopedia, que sus cultos dueños arrojaron impávidos a la basura.
    Según cuenta la revista 'Cambio' (en un artículo sin fecha de hace dos o tres años, que remite el inquieto periodista y matemático Jorge Enrique Giraldo) y Óscar Alarcón en su columna citada, esos ocho mil volúmenes forman hoy la primera biblioteca pública del barrio La Nueva Gloria, en la localidad de San Cristóbal, en el sur de la capital. José Alberto Gutiérrez, una persona con imaginación, ha bautizado la biblioteca de su barrio con un nombre significativo: 'La Fuerza de las Palabras'.
    ¿Quién de entre los casi un poco más de diez, o casi un poco menos de diez, millones de habitantes del Distrito Capital podría ufanarse de tener una biblioteca particular con ocho mil volúmenes? Y estrechando la pregunta, ¿en cuántos barrios de Bogotá hay bibliotecas públicas como la que hoy tienen para su servicio los habitantes de La Nueva Gloria?
    El asunto ha llamado la atención de diarios como 'El país', de Madrid. José Alberto Gutiérrez ha sido invitado a participar en ferias del libro tan empingorotadas como la de Guadalajara, en México. Óscar Alarcón revela que la columnista Elvira Lindo, de dicho diario, contó en una linda columna la historia del bibliotecario bogotano que se gana la vida recogiendo basura, y cómo de la basura, cual taumaturgo moderno, hizo brotar una magnífica biblioteca pública.
    Tener ocho mil libros en un estante no es lo mismo que tener una biblioteca. Si los libros no están debidamente clasificados y listos para ser ubicados con rapidez, la biblioteca no existe. José Alberto Gutiérrez, ayudado por su esposa (modista de profesión, cuyo nombre no citan 'Cambio', ni Alarcón, ni la Lindo), ha hecho, además de recoger los libros, la tarea nada sencilla, más bien dispendiosa, de organizarlos según los cánones bibliotecarios, que es lo que le permite tener el carácter de biblioteca y, más aún, de biblioteca pública.
    Los niños, y, claro, también los adultos, han encontrado en 'La Fuerza de las Palabras' un refugio seguro contra la ignorancia, una fuente de consulta y un oasis de placer inextinguible.
    El autor favorito de José Alberto Gutiérrez es León Tolstói. No hay que decir más para entender que estamos ante una personalidad de mente superior. Ojalá en adelante quienes quieran tirar sus libros a la caneca, se tomen una pequeña molestia, les cambien de destino, y los hagan llegar a 'La Fuerza de las Palabras'. El barrio La Nueva Gloria queda en la UPZ Los Libertadores, localidad de San Cristóbal. La dirección precisa podría conseguirse, por alguna de esas casualidades de la vida, en la Secretaría de Gobierno del D.C.

1 comentarios:

  1. Anónimo dijo...:

    Siempre hay personas valiosas como Jose Alberto Rodriguez, es un ejemplo a seguir, ojala pudieramos hacer algo como El, para que niños, jovenes adultos mayores encuentren en los libros el placer de una maravillosa compañia.

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